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NOTA BIOGRÁFICA (por Ernesto Monsalve)

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Antonio Salieri
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Antonio Salieri fue un compositor, director de orquesta y profesor de música nacido en Legnago (Vernona, Italia) el 18 de agosto de 1750 y fallecido en Viena (Austria) el 7 de mayo de 1825. Fue tutor y mecenas de los grandes autores del siglo XIX, así como de los padres del Romanticismo (movimiento posterior a su muerte), tales como Beethoven, Schubert, Liszt, Czerny o Meyerbeer. Las fechas de su nacimiento y muerte coinciden con las del período que se ha dado en llamar Clasicismo, siendo uno de los más claros ejemplos de transición entre el Barroco tardío, aquél, y el mismo Romanticismo temprano que puede vislumbrarse en sus últimas obras. Su nombre se perdió en el tiempo, quizá por su longevidad, y por la enorme influencia (casi monopolio) que ejerció durante la práctica totalidad de su vida, que le granjeó envidias y rencores que afloraron tras su muerte. Volvió a salir a la luz internacionalmente a partir del film “Amadeus” (1984) de Milos Forman.
“Amadeus”, toda vez que es una obra de arte para el mundo del cine, está plagada de contradicciones y de errores históricos que la tornan falaz en la mayoría de las descripciones que hace de sus dos principales personajes (Mozart y Salieri). Los siguientes apartados corresponden a un profundo análisis de la vida, méritos y obra del italiano con el objetivo de explicar quién fue en realidad Antonio Salieri. Se publicaron en El Norte de Castilla en agosto de 2010 con motivo del 260 aniversario del nacimiento del compositor.
DE UN PUEBLITO OSCURO A LA CAPITAL DE LA MÚSICA
 
Séptimo hijo de un comerciante local y de su segunda mujer, Antonio Salieri, que recibió el nombre de un hermano fallecido a los pocos meses de nacer en 1745, tomó sus primeras lecciones de música de otro hermano, el también compositor Francisco-Antonio Salieri (n. 1741), del violinista autor de La sonata del Diablo Giuseppe Tartini (n. 1692), del organista de Legnago Giuseppe Simoni, y del Padre Giambattista Martini (n. 1706). Tras la muerte de su padre y dado que sus dotes y cualidades eran superiores a las de sus hermanos, su madre le permitió y costeó el traslado a Venecia (donde Salieri en 1773 (con 23 años)años antes aprendiera Antonio Vivaldi). Una vez allí, rápidamente su educación es asumida por el noble veneciano Giovanni Mocenigo, que le presenta y sufraga las clases de bajo-continuo con Giovanni Pescetti (n. 1704) y de canto con Ferinando Pacini, tenor de Capilla de la catedral de San Marcos. El 7 de mayo de 1766, cuando Salieri contaba con 16 años, es Pacini quien esta vez le presenta al compositor Leopold Gassmann (1729-1774), que, sin dudarlo un instante, decide llevárselo consigo a Viena.
Llega a la capital del Sacro Imperio Romano-Germánico el 16 de mayo de 1766, donde continúa la preparación con Gassmann, hasta que en julio del mismo año éste presenta a Salieri a José II en una velada en que también conoce a Christoph Willibald Gluck (1714-1787). Ambos deciden tomarle como protegido y el 1 de junio del año siguiente (1767) Antonio Salieri recibe del Emperador, en calidad de subvención, la cantidad de 50 ducados que el italiano corresponde con su primera composición: <<Missa in stile a cappella>> que se estrena el 12 de agosto de 1767. A ésta le sigue un Tantum Ergo en fa mayor para soprano y orquesta, con lo que da por concluidos sus estudios con Gassmann en 1768 preparando su primer gran proyecto consistente en una opereta de título “La Vestale” y otra obra que no ha perdurado. Sin embargo, no llega a estrenarse, y la primera oportunidad de Salieri le llega a sus 20 años con “Le Donne letterate” estrenada en el Burgtheater de Viena el 10 de enero de 1770. A esa le sigue “L’Amore inocente” en carnaval del mismo año en que Ludwig Van Beethoven, uno de los futuros alumnos de nuestro protagonista, vería la luz el 17 de diciembre.
“Don Chisciotte alle nozze di Gamace”, “Armida”, “La Fiera di Venezia”, “Il Barone di Rocca” o “La Scchia rapita” son algunos de los títulos firmados por Salieri que entre 1770 y 1772 se pusieron en cartel con un éxito cada vez más creciente. La fama, la buena prensa y las amistades cultivadas hacen que el 20 de octubre de 1772 aparezca un enviado de la Corte de Estocolmo, proponiendo a Salieri ser Compositor Real del recién coronado Gustavo III de Suecia. Es en estos momentos cuando José II de Austria siente celos y le propone el mismo puesto a Salieri, en su Palacio, si éste no se va. En ese momento Salieri asume la dirección del Teatro Real, la de la Música en la Corte y la del conjunto de la Escena Austriaca. Pocos meses después (el 16 de julio de 1773) llegarán a Viena Leopoldo y Wolfgang Amadeus Mozart. Para acercarse al ya todopoderoso Salieri, el genio de Salzburgo compone 6 variaciones sobre “Mio caro Adone”, una de las arias más famosas de la ópera “La fiera di Venezia” de Antonio Salieri.
HASTA QUE LLEGÓ ÉL
El año 1774 será grande para Antonio, que conoce a la que será su esposa: María Teresa Helferstorfer. Con ella se casará al año siguiente y se ubicará en un palacete de la vienesa calle de Göttweihergasse, número 1, que hoy aún existe y que está ubicada, frente al edificio donde residió Schubert, en una bocacalle de la plaza donde se asienta la Catedral de San Esteban. Los bajos de los edificios de la calle incluyen joyerías, tiendas de confección de trajes para caballero y otros negocios similares.
Salieri tuvo un casamiento feliz, alejado de pretensiones económicas o aristocráticas. Ello, sumado probablemente a su brillante y temprana estrella, empezaron a crear en él un ego capaz de hacerle componerse para sí mismo una sinfonía: Il Giorno Onomastico, dedicado a su 25º cumpleaños el 18 de agosto de 1775. Tras esto emprende su primer viaje a Italia donde, en 1776, compone el oratorio La Pasión de Jesucristo con textos de Pietro Metastasio. Mientras esto ocurre nacerá su primera hija –Josefa María Anna Salieri–, a lo que le siguen contínuos viajes al sur, mientras su fama se extiende casi sola hacia el norte del imperio Germánico.
En estos momentos, el nombre de Salieri ya está cuajando y está de moda cuando se le encarga una nueva ópera: Salieri en 1802 (con 52 años)“L’Europa riconosciuta”. Servirá para estrenar un nuevo teatro milanés: La Scala**. Tras el éxito de dicha ópera, Salieri es el compositor elegido para inaugurar o reabrir todos los nuevos teatros italianos. Así, iniciará una gira que le llevará a presentar y dirigir La Scuola de’ gelosi en el San Moisés de Venecia y en el San Carlo y El Firenze de Nápoles; La Fiera de Venezia y El Talismán en El Cannobbiana de Milán; o Il Pastor fido y La partenza inaspettata en el Teatro Valle de Roma. Entre tanto nacen Francesca Xaviera y Francesca Antonia, segunda y tercera hijas.
Y es que poco o nada parece impedir a nuestro protagonista el poder propagar su estrella y su fama desde Berlín hasta Nápoles. Regresará a mediados de 1780, por la enfermedad de la emperatriz María Teresa, por quien dirigirá un Réquiem tras su muerte el 29 de noviembre de dicho año. Tras esto, y de nuevo en Viena, compondrá, presentará y dirigirá su última ópera sin una competencia realista. Lo hará el 30 de abril de 1781 con “Der Rauchfangkehrer”, o “Los Traidores en Su Tierra”. Entonces, llegó él…
Días después, Mozart se instala definitivamente en la Ciudad de la Música y estrena El Rapto en el Serrallo.
En este momento se inicia un rifirrafe entre Mozart y Salieri que termina en una auténtica guerra de óperas. Y es que mientras Antonio estrena “Seramide” y “Les Danaïdes” en Mónaco y París, Mozart prepara en Viena “L’Oca del Cairo” y “Lo sposo deluso”, y estrena esta última. Regresa, entonces, Antonio a Austria para la revancha y se asocia con el libretista italiano Lorenzo Da Ponte para presentar “Il ricco d’un giorno”. La respuesta no se hace esperar… Mozart se asocia con Lorenzo Da Ponte y estrena “Las Bodas de Fígaro”.
Este toma-y-daca se mantiene durante varios meses, para regocijo de los austríacos que veían en todo esto no sólo una fantástica fuente de cotilleos y conversaciones, sino la inmerecida recompensa de disfrutar de música cada vez más innovadora y excelente fruto de la eterna competición surgida de los dos músicos más populares de la ciudad. Y será en este marco, y por ello, cuando un grupo de nobles les ofrecen a los dos protagonistas el llevar a cabo la definitiva. Una batalla musical en el Palacio de Schönbrunn en donde ambos compositores habrían de presentar una obra de tema prácticamente idéntico. El público votaría la obra que más les pudiera interesar… Así se enfrentaron la ópera que da nombre a este blog, “Primero la música y después las palabras”, de Salieri; y “El Empresario”, de Mozart. Esta competición, que tuvo lugar en 1786, la ganó el italiano y los diarios de la época se hicieron gran eco del suceso musical.
Todo ello coincide con el fallecimiento del padre de Mozart, Leopold, y, como si se tratara de un presagio, con la presentación de una tragedia por parte de Antonio: “Les Horaces”, que es seguida por otra tragedia por parte de Amadeus: “Don Giovanni”.
 
Será en este momento, y a partir del fracaso del mito español en Viena cuando en una carta de Mozart aparece <<Salieri y sus acólitos moverían cielo y tierra con tal de impedir que triunfara>>. Es seguramente aquí cuando comienzan los rumores de que Salieri, que en realidad se encontraba en París, podría estar envenenando a Mozart.
Después de esto, a Salieri le ofrecen el libreto de Così fan tutte que empieza a escribir. Pero pronto lo dejará de lado convencido de que el tema no gustará, y Wolfgang Amadeus Mozart asume el mismo texto y da vida a su ópera que estrena en 1790. Será lo último que pueda conocer el Emperador José II de sus dos servidores más obstinados.
Tras esto fallecerá y, de los fastos por la coronación de su sucesor, surgirá una extraña figura… un hombre disfrazado de gris que hace un extraño encargo a Wolfgang Amadeus Mozart. Es el principio del fin del austriaco, y el comienzo de la Leyenda…
DE NUEVO, SÓLO…
<<Procurando su muerte, y agenciándome su música, obligaré a Dios y a los Hombres a saber quién fue Antonio Salieri, mientras él… yacerá ante la vista de todos en su pequeño y húmedo ataúd de roble>> son las palabras con las que el anciano Salieri cuenta al público (no a un sacerdote), en la obra de Peter Shaffer, sus maquiavélicos planes para acabar con Mozart a la vez que encumbraba su propio nombre.
Unos años más tarde, la película de Milos Forman, nos enseñará a un enloquecido compositor disfrazado de negro que atormenta a un borracho y un juerguista, para que componga Misa Para Un Muerto.
  
Hoy sabemos la verdadera historia del Réquiem en re menor, una obra donde la muerte está por todas partes. En el género: misa de difuntos. En el encargo: el fallecimiento de la condesa para quien iba a ser compuesto. En su composición: Mozart lo escribe durante los últimos meses de vida, y hasta el momento de expirar en el octavo compás de la Lacrymosa justo en las palabras “hommo reus” (hombre culpable). Había comenzado a escribirlo en julio de 1791, luego de que un enmascarado de gris asaltara su puerta para encargarle en secreto la obra. Pero, ¿quién era ese sujeto?
Pues… ni Antonio Salieri, ni ningún otro compositor envidioso, ni tan si quiera el Destino cruel, o la Mano de Dios. Como ocurre en la mayoría de los casos, la explicación más sencilla es la correcta: se trataba del mayordomo del conde Walsegg, cuya esposa había fallecido el 14 de febrero –irónica fecha– de 1791, a los 20 años de edad. El dicho caballero solía invertir ingentes sumas de dinero enSalieri en 1820 (con 70 años) veladas musicales, para estrenar obras que supuestamente eran suyas… en realidad las encargaba a verdaderos compositores, luego copiaba las hojas, y finalmente añadía de su puño y letra la frase composto del conte Walsegg.
  
Así, mientras pasan los meses de la composición de su Réquiem, Mozart se encarga de presentar las óperas La clemenza di Tito y La flauta mágica, y la cantata Das Lob der Freundschaft. A una representación del singspiel protagonizado por Pamino asiste Wolfgang acompañado de Antonio Salieri y la joven amante de éste. Poco después caerá enfermo, y se meterá en la cama de donde ya no saldrá más que dentro de una caja.
Durante la agonía de Mozart, Salieri le visita en varias ocasiones y le atiende. Y es incluso seguro que apoyó a Constanza Mozart con algún dinero para poder pagar las medicinas y las muchas facturas de su marido. Salieri es finalmente uno de los pocos asistentes al funeral de 3ª clase que la familia Mozart, por 60 florines, puede permitirse. Ello, sin lugar a dudas, sumado a la temprana edad del fallecimiento del genio (35 años) alimenta los bulos en Viena y en el resto del continente de que Salieri habría sido el envenenador. En realidad se trató de una estrategia para intentar desbancarle, que jamás pudo fructificar en una Europa más preocupada por la Revolución Francesa y la Guerra, que por la música…
A Leopoldo II, hermano del primer jefe de Salieri, le sucede el emperador Francisco que termina definitivamente por desterrar la música de la Corte y dedicar todos los esfuerzos a la contienda contra quien será su yerno: Napoleón Bonaparte.
Son tiempos en que Salieri pasa a ocuparse de la enseñanza, acaso para sobrevivir ante el cierre de teatros y salas de conciertos, y toma al hijo y al pupilo de Mozart como alumnos. El primero, Franz Xaver Wolfgang, se graduará sin mucho éxito y siempre a la sombra de su progenitor en 1808. El segundo, Süssmayr, encargado de terminar el famoso Réquiem, tan sólo será recordado precísamente por su participación en éste.
Entre tanto, no tardará en regresar a Austria un viejo amigo de Antonio, Franz Joseph Haydn, que pronto estrenará su oratorio La Creación en donde Salieri será solista de la parte del Contínuo. Y, como pasara algunas décadas antes con cierto salzburgués…, en 1794 llega a Viena otro genio junto con su padre: Ludwig Van Beethoven. Salieri ya no tiene edad de ser su rival… será su profesor y maestro, y consciente de la valía del joven bonense, costea la mayor parte de su educación.
En 1799 estalla la Guerra. Coincidiendo con ello, el futuro autor de la Oda a la Alegría, escribe unas variaciones para su tutor sobre un tema suyo: “La stessa” de la ópera Falstaff. En plena convulsión, Salieri encabeza la defensa de la tradición, y dirige conciertos a beneficio de las tropas y sus huérfanos. De nuevo, está sólo. No tiene rival… Pero, ¿por cuánto tiempo?
EL ABISMO DE LO IGNORADO
En noviembre de 1805, las tropas de Napoleón comienzan a entrar en Viena, que se rinde el 3 de enero de 1806. A causa de la guerra, las epidemias o la vejez, en los meses o años siguientes fallecerán la mujer de Salieri, y varios de sus amigosincluyendo Franz J. Haydn.
Son años difíciles en los que Salieri sabe salir airoso en una Austria invadida y dividida, lo que no le impide entrar en la sociedad “Die Ludlams-Höhle” donde recibe el título de “Don Tarare di Palmira” en referencia a dos de sus óperas más populares: “Tarare” y “Palmira Regina di Persia”. Desde estos puestos encabeza la lucha benéfica para los huérfanos y de las tropas en el frente. Así, el 8 de diciembre de 1813, dirigirá el estreno de la sinfonietta de Beethoven La Victoria de Wellington que conmemora la derrota de Napoleón en Vitoria.
Con la caída de Napoleón los teatros se reabren y se presentan reediciones de óperas de Salieri en Praga, París o Viena, pero estas óperas que rivalizaron y ganaron a Mozart o Haydn décadas atrás tienen que enfrentarse ahora a El Barbero de Sevilla u Otello de Rossini. Y claro… La casa natal de Salieri durante la IIGM antes de ser destruída por los bombardeoslos tiempos y los gustos han cambiado. 
Salieri poco a poco se va retirando de la escena y le llegan los homenajes que toda gente mayor debería entender para saber cuándo retirarse. El Emperador le concede la Encomienda Imperial de Oro por sus 50 años de Servicio a la Corte; y en 1817, es nombrado Director de la Academia de Música Vienesa, desde donde funda la Sociedad de Amigos de la Música y el Conservatorio de Viena donde impartirá clases gratuitamente.
Así sigue unos años hasta que, en 1819, por sorpresa, Salieri propone a Hüttenbrenner como su sucesor para Director de la Ópera Nacional, y a Schubert como Maestro de Capilla. De esta época forma parte una de sus últimas composiciones: “La Fuga”. El mismo formato de obra con la que concluirá sus composiciones poco después su alumno, el Sordo de Bonn.
Tras todo esto, la salud de Antonio empieza a empeorar y, a pesar de la Real Pensión Vitalicia con la que le ha dotado el Emperador, debe viajar a Baden para tratar de recuperarse de una hemiplejia que le deja postrado en cama en octubre de 1823. Con sólo la mitad del cuerpo en funcionamiento, y con mujer e hijas desaparecidas, un hombre tan activo y tan influyente como Salieri no es raro que cayera en depresión… y así, con casi 75 años, en 1825 intenta suicidarse siendo trasladado a un hospital donde el senil anciano habría contado a sus enfermeras que fue el asesino de Mozart. ¿Delirios de un viejo o rumores infundados de unas señoritas con ganas de popularidad? Sea como fuere, hoy no cabe duda: es algo absolutamente falso, imposible y sin ningún rigor histórico.
Pero… estos infundados bulos cuajaron sin duda entre quienes deseaban ver a Salieri fuera de la escena, entre quienes habían posiblemente sufrido el yugo que en algunas ocasiones impuso, o entre una sociedad tan necesitada de chismorreos como la actual. No olvidemos, tampoco, que Antonio Salieri era el músico más famoso de Europa, y encontrar un nombre tan popular entre el murmurador europeo era harto difícil. Estos rumores llegaron a Rusia donde, en 1831, Puskin escribiría el poema Mozart y Salieri en que se presenta al austriaco como un libertino incumplidor de todos los mandamientos bendecido, no obstante, por la mano de Dios; y al italiano, como un piadoso y humilde Siervo, al que se le niega con crueldadF. Murray Abraham caracterizado como Salieri en "Amadeus" (1984) dichos favores. Ambas posturas evidentemente exageradas, pero muy comerciales. Ello dará pié a que Rimsky-Korsakov componga en 1897 la ópera “Mozart y Salieri”, donde la leyenda vuelve a prosperar. Es demostrable que Wagner, Liszt o Verdi, son conocedores y eventuales espectadores de la obra y los rumores sobre Salieri y que le defienden sabedores de su valía, y reverentes con sus logros y legado.
Ya en el siglo XX, y basado los citados textos, el británico Peter Shaffer escribe y presenta la obra “Amadeus”, que se estrena en 1979. Ésta se transformará en película en 1984 y se reeditará en 2002. El actor de origen egipcio F. Murray Abraham, que ganó un Óscar por su actuación, fue el encargado de encarnar a Antonio Salieri, a quien pusieron voz en la versión española los actores Claudio Rodríguez (1984) y Juan Antonio Gálvez (2002). Es posiblemente el documento no histórico y no musical stricto sensu que con mayor peso ha difundido el nombre de uno de los músicos más importantes e influyentes de la Historia de la Música.
Antonio Salieri fallecería el 7 de mayo de 1825 siendo enterrado en el cementerio de Viena, cuya tumba hoy se puede visitar. Su multitudinario funeral fue todo un acontecimiento y en él se interpretó el Réquiem que él mismo había escrito para sí en 1804. Se dice que lo dirigió su alumno predilecto, Franz Peter Schubert, pero hay teorías que lo desmienten. Sea como fuere, el legado del compositor se repartió por su expreso deseo al cincuenta por ciento entre la Sociedad de Amigos de la Música (asentada hoy en la Musikverein de Viena) y una sociedad vinculada a la masonería. Con la disolulción de ésta durante la ocupación Nazi, la parte que le correspondía se dirigió a la Biblioteca Nacional.
Con el acorde de Do mayor con que se cierra dicha obra, se sellaban para siempre los restos –pero no el nombre– de un personaje sin el cual no habrían existido, al menos en la forma en que se conocieron, los grandes genios del siglo XIX; ni el Conservatorio de Viena; ni, seguramente, muchos de los pilares sobre los que se asentaron el Romanticismo y las corrientes que permitieron a Beethoven y a Schubert convertirse en el puente para saltar del Clasicismo a la nueva era. Sin Antonio Salieri no sólo se habrían perdido mil obras legadas a la Humanidad, sino que la Historia de la Música hubiera sido distinta.
QUEDA PROHIBIDA LA REPRODUCCIÓN DE LA TOTALIDAD O DE UNA PARTE DEL PRESENTE TEXTO SIN EL CONSENTIMIENTO EXPRESO DE SU AUTOR Y SIN CITAR LA FUENTE, CON LAS PENAS Y SANCIONES PREVISTAS EN LA LEY.
 
ERNESTO MONSALVE (C). Para obtener la autorización puede dirigirse a presidencia.acas@gmail.com 

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